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20.07.2023

Mujeres al frente de la protección de los bosques

En las comunidades indígenas de Bolivia, los líderes son casi siempre hombres. Ignacia Supepí Cuasase demuestra que las mujeres también saben liderar. Como cacique de su comunidad, está comprometida con su entorno.

Antes de convertirse en cacique, Ignacia trabajaba como agricultora, criando aves de corral y cultivando fruta. Por aquel entonces ya colaboraba en Las Pioneras, una organización de mujeres de su comunidad indígena de Río Blanco. Esta organización ofrecía a las mujeres la oportunidad de participar activamente en el trabajo comunitario y de percibir sus propios ingresos. Ignacia reconoció la importancia de la independencia económica de las mujeres: “En cuanto empezamos a ganar dinero, los hombres nos respetaron”, afirma esta madre de cinco hijos.  

Primer plano de Ignacia Supepí Cuasase. © GIZ

IA través de diversas iniciativas, entre las que se incluían proyectos con la Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) GmbH por encargo del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo (BMZ) de Alemania, Ignacia entabló contacto con otras mujeres indígenas que también eran voluntarias. El intercambio motivó a esta mujer de 36 años a presentarse como cacique. Gracias al apoyo de muchas otras mujeres, consiguió acceder al cargo. Ignacia es la primera líder de su comunidad hasta la fecha: “¡Me gustaría que otras mujeres también se convirtiesen en caciques!”.  

Para lograrlo, las mujeres deben asumir tareas en sus comunidades y convertirse de esta manera en personalidades respetadas. Es un arduo camino. Ignacia trabaja desde la mañana hasta la noche, pero no recibe ningún salario: “Quien acepta el cargo de cacique tiene que desearlo de verdad”, señala. Sin embargo, Ignacia se siente motivada por lograr un futuro mejor para su comunidad: “En mi trabajo sigo una agenda verde: Cuido el bosque y lucho contra el cambio climático”. 

Ignacia y su comunidad viven en la Chiquitanía, una región de sabana al este de Bolivia. Allí se encuentra uno de los mayores bosques secos del mundo, rico en especies y esencial para la supervivencia de la comunidad indígena de Río Blanco. Por ello, está comprometida con el bosque, donde un total de 18 000 hectáreas están siendo gestionadas de forma sostenible a través de las iniciativas del correspondiente proyecto de la GIZ. Parte del proyecto también incluía reducir la industria maderera. Aunque se continúa talando, se trata de una tala sostenible y legal. Ahora se cultiva una mayor variedad de frutas en el bosque: mangos, aguacates, naranjas y mandarinas. “Recolectamos todas estas frutas de forma sostenible siguiendo un plan que permite preservar el bosque a largo plazo”.  

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